Una de las C.S.R. (conductas sociales repetitivas) mas absurdas que he analizado, es la que se produce cuando la gente está en presencia de un famoso. Hasta hace unos años, todo el mundo hacía una sola cosa en tal situación. Pedir al famoso un autógrafo. Hoy en día, se hacen dos cosas: primero echarle una foto con el móvil y después, pedirle el autógrafo. En ambos casos, se trata de llevarse de alguna manera una “prueba” de que han estado junto a…, cerca de…,o hablando con…tal o cual persona conocida, relevante o importante. Al mismo tiempo, las personas que se encuentran físicamente cerca de un famoso, manifiestan un estado de tontura superlativo que es directamente proporcional al nivel de popularidad del personaje en cuestión. Así, no será lo mismo la cara de idiota que muestra alguien que coincide en una firma de libros en Fnac con Boris Izaguirrre, que la cara de idiota que se le pone a esa misma persona si viera pasar muy cerca de el o ella a SSMM el Rey Juan Carlos I. Hay muchos/as que incluso, en el momento del encuentro con el famoso (después de hacerle la foto) telefonean de inmediato a sus amigos o familiares. –Oye, no te vas a creer a quien estoy viendo ahora mismo. Pero, ¿por qué sucede esto? Sin profundizar en otras valoraciones relacionadas al efecto, como los comportamientos en masa (fanatismo, idolatría), o la enorme influencia de la tele basura o prensa basura sobre la cultura de países como España, donde el número de tontos por famoso es mayor que en cualquier otro lugar del mundo, el pensamiento avanzado en relación al embrujo en sí que los famosos ejercen sobre las personas, me hace decantarme hacia una imperfección (adquirida gracias a una educación deficiente) en la autogestión de nuestra propia valoración personal.
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