Hoy, hace un año que dejé de fumar. Ya no tengo los dedos amarillos, mis dientes están más blancos y ahora mis catarros duran cuatro días en lugar de 16. Tengo mejor color de cara, puedo subir 20 pisos por las escaleras sin cansarme y puedo estar en un centro comercial mirando tiendas tranquilamente, sin sentir ese demonio dentro de mí que me pedía salir a la calle constantemente para encender otro y otro y otro y otro y otro cigarro más. Hoy, hace un año que no tengo que darle explicaciones a mis pulmones, discutir con mi sentido común, ni convencer a la gente que me rodea de cosas, que ni yo mismo creía y hoy, hace un año que soy libre. Libre, porque he dejado de meterme en la boca 7.500 cigarros que, a razón de diez caladas por cigarro hacen, 75.000 veces que he dejado de respirar humo con su correspondiente alquitrán, nicotina y resto de sustancias venenosas. A mi vida han regresado olores perdidos 20 años atrás y ahora, la comida me sabe más rica. Por si fuera poco, he ahorrado 1.200 euros que, a lo mejor, me gasto en una tele de 40 pulgadas. Y todo esto, que yo sepa porque, además, según los médicos, las mejoras para mi salud son innumerables. Pero lejos de estadísticas y celebraciones, ahora lo veo mejor, ahora estoy en el otro lado. Cuando observo a la gente que fuma me doy cuenta de lo terrible que es el tabaco para la humanidad, está claro, el tabaco es el cáncer del mundo, pero del mundo de los humanos. Tantas personas en todos los lugares con el cigarro en la mano haciendo siempre lo mismo, a todas horas, me hace pensar que el ser humano es tan pobre de inteligencia que, ni el más tonto de los animales. ¡Cómo si no se explica que éstos huyan del humo y nosotros por el contrario, lo metamos dentro de nuestro cuerpo!. Nuestra capacidad de razonar también es nuestra capacidad de convertirnos en idiotas. Idiotas que se transforman en adictos a un ritual tan absurdo y estúpido, como encender cigarros y fumarlos. Sí, ya se que diréis que el tabaco es más que todo esto, que tiene ciertos componentes que lo hacen muy poderoso, y que genera una dependencia física muy difícil de superar y bla, bla…y bla, bla… Tonterías, que me perdonen los fumadores por llamarlos idiotas, pero lo son, como yo lo he sido durante más de 20 años. Si durante esos 20 años yo hubiese sido un perro o un gato, nunca hubiera fumado. Esto es así y no existe argumento que me pueda demostrar lo contrario. La inteligencia racional de la que los animales carecen, y que en teoría nos hace superiores a ellos, es la única responsable de que fumemos, por eso, es esa misma inteligencia la que tiene que superponerse a la adicción, psíquica o física. Yo no pretendo que este artículo sea un tratado para dejar de fumar, ni el discurso excesivamente exultante de un ex fumador que quiere dar clases de nada… a los fumadores. Solo quiero aportar mi grano de arena y que mi experiencia sirva para que alguien, como yo, pueda acometer con éxito la empresa de abandonar el hábito del tabaco. Dejar de fumar no es tan difícil como lo pintan, creerlo así es un error como tantos errores y falsas creencias hay en la vida. Es más, dejar de fumar es muy sencillo. Lo de la adicción, el mono y todo eso, es una chorrada. Solo dura unos días. ¿Quién no es capaz de estar unos días agobiado? Una gripe dura una semana y nadie se muere. Un dolor de muelas puede durar ¡meses! y nadie se muere. Una mala resaca es peor que el peor de los días que duró mi síndrome de abstinencia. Algunos tenéis resaca todos los fines de semana…Pero claro, es muy fácil apoyarse en la excusa de que el tabaco es una adicción universal, que si tantos millones de personas no pueden dejarlo por algo será, etc, etc. Yo voy a exponer mi teoría, el que quiera creerme no hará sino dar su confianza a los pensamientos de otro, cosa que, por cierto, hay que hacer de vez en cuando: “El hábito del tabaco es un cable suelto en nuestra cabeza, solo hay que encontrar ese cable y enchufarlo”. Se tarda un segundo en hacerlo. Ese es el tiempo que yo tardé en dejar de fumar.
lunes, 29 de noviembre de 2010
Dejar de fumar, un segundo
Hoy, hace un año que dejé de fumar. Ya no tengo los dedos amarillos, mis dientes están más blancos y ahora mis catarros duran cuatro días en lugar de 16. Tengo mejor color de cara, puedo subir 20 pisos por las escaleras sin cansarme y puedo estar en un centro comercial mirando tiendas tranquilamente, sin sentir ese demonio dentro de mí que me pedía salir a la calle constantemente para encender otro y otro y otro y otro y otro cigarro más. Hoy, hace un año que no tengo que darle explicaciones a mis pulmones, discutir con mi sentido común, ni convencer a la gente que me rodea de cosas, que ni yo mismo creía y hoy, hace un año que soy libre. Libre, porque he dejado de meterme en la boca 7.500 cigarros que, a razón de diez caladas por cigarro hacen, 75.000 veces que he dejado de respirar humo con su correspondiente alquitrán, nicotina y resto de sustancias venenosas. A mi vida han regresado olores perdidos 20 años atrás y ahora, la comida me sabe más rica. Por si fuera poco, he ahorrado 1.200 euros que, a lo mejor, me gasto en una tele de 40 pulgadas. Y todo esto, que yo sepa porque, además, según los médicos, las mejoras para mi salud son innumerables. Pero lejos de estadísticas y celebraciones, ahora lo veo mejor, ahora estoy en el otro lado. Cuando observo a la gente que fuma me doy cuenta de lo terrible que es el tabaco para la humanidad, está claro, el tabaco es el cáncer del mundo, pero del mundo de los humanos. Tantas personas en todos los lugares con el cigarro en la mano haciendo siempre lo mismo, a todas horas, me hace pensar que el ser humano es tan pobre de inteligencia que, ni el más tonto de los animales. ¡Cómo si no se explica que éstos huyan del humo y nosotros por el contrario, lo metamos dentro de nuestro cuerpo!. Nuestra capacidad de razonar también es nuestra capacidad de convertirnos en idiotas. Idiotas que se transforman en adictos a un ritual tan absurdo y estúpido, como encender cigarros y fumarlos. Sí, ya se que diréis que el tabaco es más que todo esto, que tiene ciertos componentes que lo hacen muy poderoso, y que genera una dependencia física muy difícil de superar y bla, bla…y bla, bla… Tonterías, que me perdonen los fumadores por llamarlos idiotas, pero lo son, como yo lo he sido durante más de 20 años. Si durante esos 20 años yo hubiese sido un perro o un gato, nunca hubiera fumado. Esto es así y no existe argumento que me pueda demostrar lo contrario. La inteligencia racional de la que los animales carecen, y que en teoría nos hace superiores a ellos, es la única responsable de que fumemos, por eso, es esa misma inteligencia la que tiene que superponerse a la adicción, psíquica o física. Yo no pretendo que este artículo sea un tratado para dejar de fumar, ni el discurso excesivamente exultante de un ex fumador que quiere dar clases de nada… a los fumadores. Solo quiero aportar mi grano de arena y que mi experiencia sirva para que alguien, como yo, pueda acometer con éxito la empresa de abandonar el hábito del tabaco. Dejar de fumar no es tan difícil como lo pintan, creerlo así es un error como tantos errores y falsas creencias hay en la vida. Es más, dejar de fumar es muy sencillo. Lo de la adicción, el mono y todo eso, es una chorrada. Solo dura unos días. ¿Quién no es capaz de estar unos días agobiado? Una gripe dura una semana y nadie se muere. Un dolor de muelas puede durar ¡meses! y nadie se muere. Una mala resaca es peor que el peor de los días que duró mi síndrome de abstinencia. Algunos tenéis resaca todos los fines de semana…Pero claro, es muy fácil apoyarse en la excusa de que el tabaco es una adicción universal, que si tantos millones de personas no pueden dejarlo por algo será, etc, etc. Yo voy a exponer mi teoría, el que quiera creerme no hará sino dar su confianza a los pensamientos de otro, cosa que, por cierto, hay que hacer de vez en cuando: “El hábito del tabaco es un cable suelto en nuestra cabeza, solo hay que encontrar ese cable y enchufarlo”. Se tarda un segundo en hacerlo. Ese es el tiempo que yo tardé en dejar de fumar.
domingo, 3 de octubre de 2010
Yo y mi aburrimiento
Diecisiete de Agosto, playa de La Salvé, Laredo, Cantabria. Con el cielo todavía naranja, yo y mi aburrimiento nos vamos a la caza y captura de personas que se comportan de forma extraña y cuyas conductas coinciden con las de otras, que a su vez imitan a muchas y muchas más. Parece ser que en vacaciones la gente se desinhibe en cuanto a su manera de sobreactuar y, por supuesto, copiar a los demás. Esta es la primera conclusión que saqué nada más poner mis zapatos (que no mis pies) en la arena y ver a una docena de hombres cincuentones de gran barriga cervecera que caminaban al trote (se supone que haciendo deporte) en dirección contraria a otra docena de, en este caso, mujeres cincuentonas que no tenían barriga pero si un enorme culo muy mal disimulado por el pareo de marras y que también caminaban al trote, un nutrido grupo de gente muy chic haciendo tai chi a las órdenes de un argentino muy che que se parecía a Sandokan, y un par de otros volando cometas. Resumiendo, que yo era el único que estaba en la playa a las ocho de la mañana sin hacer cosas que se hacen en la playa a las ocho de la mañana. Durante un buen rato anduve perdido en el pensamiento de saber que si al día siguiente, o al otro, o al otro, o al otro…volvía a la playa a las ocho de la mañana, me volvería a encontrar a otra docena de hombres y mujeres caminando al trote, otro nutrido grupo de gente chic haciendo tai chi a las órdenes de un profesor argentino muy che, y otro par de otros volando cometas y, por supuesto, sabiendo que si volvía a la playa al día siguiente, o al otro, o al otro, o al otro…volvería a ser testigo del, a mi juicio, comportamiento social repetitivo por excelencia de las ocho de la mañana en cualquier playa del mundo mundial: el paseo a pies descalzos (sandalias/playeras/mocasines/etc. en mano) por la orilla del mar. De todas las tonterías que se pueden hacer en la playa, es la de pasear descalzos por la arena, la que seguramente pone de manifiesto de una forma más elevada, la idioted humana. Porque, si bien es cierto que al primer golpe de mar, nuestros pies, por aquello de saberse eternamente libres en un paraíso de agua y espuma y horizontes de barquitos veleros, se relajan y se muestran muy agradecidos, después de apenas diez o quince minutos, se van a ver sometidos a la tortuosa tortura de tener que soportar nuestro peso por un terreno hostil como no hay otro: la arena de la playa. No entiendo como tanta gente es capaz de caminar en tan malas condiciones durante tanto tiempo (algunos lo hacen durante horas) cuando, la verdadera sensación de placer y bienestar para los pies llegará en el momento en que abandonemos la arena de la playa y, tras calzarnos los zapatos, pisemos firme sobre terreno duro. Pensamiento avanzado: en la playa hay que hacer cosas de playa y punto. Caminar por la orilla es bueno porque todo lo que pase junto al mar es bueno, porque para eso es el mar, y los pies no pueden sufrir porque lo diga el filósofo este de pacotilla.
martes, 13 de julio de 2010
Premios Blogdeldia
Toca agradecer a los chic@s de Blogdeldia, el reconocimiento hacia Filosofía de Vanguardia como blog protagonista de su web en el día de hoy, 13 de Julio de 2010. ¡Hasta me han entrevistado!
miércoles, 30 de junio de 2010
Eureka
Hoy, mientras caminaba, vi tirado en el suelo y cara arriba, un creditrans (billete de transporte de Bizkaia) de 5 euros. Tenía marcas negras, como de haber sido pisado. Mi primer pensamiento fue: -estará agotado, alguien lo habrá desechado. Tres o cuatro metros más adelante, sentí un impulso, tuve una corazonada, una intuición que me hizo darme la vuelta y volver a por el susodicho ticket. Al mirar su reverso comprobé que tenía un saldo de 4.29 euros. Luego, mientras lo usaba muy felizmente en la canceladora del metro, embriagado por el sutil aroma de mi buena suerte y preso del eco de la voz en off de ese espíritu tio sobrino de Lucifer que todos llevamos dentro...y que nos hace ser a veces malos, malísimos, tan preso, que me hizo incluso jactarme sin remordimientos de la torpeza de la persona que perdió el creditrans, me puse a pensar en lo ocurrido. Habida cuenta de que yo no soy persona creedora en impulsos tarotianos, corazonadas astrofundamentadas, o intuiciones de ramita de romero, cavilando y cavilando y solo un momento después, aun sin estar sumergido en fluido alguno , ni habiendo líquido desalojado que pesar, pero, eso sí, experimentando como el ascensor de la estación ejercía sobre mi cuerpo un empuje vertical y hacia arriba..., cual matemático, físico, ingeniero, inventor y astrónomo griego, Don Arquímedes de Siracusa, grité: ¡Eureka!. Había comprendido por qué había vuelto a por el billete. El análisis parametral de los cálculos porcentuales acerca de las probabilidades algebraicas de que el creditrans tuviera saldo o no, apenas me llevó unos segundos. El razonamiento sobre la relación entre el sorprendentemente corto espacio de tiempo que mi cerebro empleó en el estudio y compresión de dicho análisis y mis verdaderas habilidades matemáticas (las mismas de una persona normal y corriente), me llevó a la conclusión de que, en cierto modo, yo "ya sabía" con anterioridad al momento de volver a por el billete, que éste tendría saldo. En realidad, todos los que usamos creditrans lo sabemos. La probabilidad de que alguien lleve consigo un creditrans sin saldo es muy baja pues, el resto acumulado en el ticket tras el último viaje siempre se suma (la máquina nos hace introducir el billete viejo) al nuevo creditrans que adquirimos y en ese momento, cuando tomamos el nuevo billete de la máquina, el viejo es desechado por nosotros. (Casi todos lo rompemos y lo depositamos en las papeleras del metro). De este modo, logaritmos neperianos aparte, se puede asegurar que casi cualquier billete creditrans encontrado en la calle siempre tendrá algo de saldo y la probabilidad de que ese saldo sea suficiente para hacer, al menos 1 viaje, es mayor a la probabilidad de que sea insuficiente. Aunque depende del destino, el precio medio por viaje es de 0.70 euros. Cada billete es válido para unos 7 viajes. Cualquier billete encontrado (perdido) en la calle habrá sido usado entre una y siete veces. Considerando la octava vez (en caso de que el billete no acabe roto en la papelera del metro) como otra posibilidad y la peor de las opciones (para quien encuentra un billete en la calle), la probabilidad de que el creditrans tenga un saldo insuficiente para hacer 1 viaje o esté completamente agotado es de una entre ocho, un 12,5 %. La probabilidad de que disponga de saldo para 1 viaje será también de un 12.5%, y lo mismo para 2,3,4,5 ó 6 viajes. (No podremos encontrar un billete para 7 viajes pues nadie compra un creditrans y se sale del metro sin usarlo). De este modo, si sumamos las probabilidades de encontrar un billete para 1,2,3,4,5 y 6 viajes más la mitad de la probabilidad del billete con resto que puede estar agotado o no, nos da un total de 81. Es decir, la probabilidad de encontrar un billete "válido" tirado en la calle es del 81%. Un verdadero matemático no dudará en discutirme estos números, es probable, y nunca mejor dicho lo de probable, pero no creo que me aleje mucho de la realidad. De todos modos, no es esto lo interesante del asunto. Antes dije que "en realidad, todos los que usamos creditrans lo sabemos". Así es. Aunque no nos dediquemos a hacer estos cálculos porcentuales de manera premeditada, nuestra mente, ya lo hace por nosotros a través de nuestro inconsciente. Pensamiento avanzado: Los presentimientos son en realidad motivaciones en nuestro intelecto de origen subliminal que nos empujan a realizar de forma súbita acciones que realizamos sobre la base de un conocimiento anterior.
jueves, 13 de mayo de 2010
Mi circo de los viernes
Una vez por semana voy a comer a un restaurante de buffet libre y self service (autoservicio). Es un restaurante no muy grande, con las mesas muy juntas, donde todos estamos como en una gran familia, codo con codo. Me encanta, me lo paso bomba estudiando a cada uno de los variopintos personajes que allí acuden, algunos como yo, de forma regular. Desde "el tomatero", un señor gordito con el pelo rizado, que siempre se sirve de primero, un plato con veinte o veinticinco tomates cherry, hasta "el intelectual", un ejecutivo de unos cuarenta y cinco que, mientras come, sostiene con la mano de su brazo izquierdo estirado a la altura de su hombro, un libro de reciente edición. Del primero, me llama la atención la absoluta fidelidad (seguramente derivada de algún trastorno de ansiedad) a esta fruta-hortaliza. Es tanta su afición a la ingesta desproporcionada de este elemento tomatil, que es fácil distinguirlo por el intenso color rojo de su plato. Del segundo, el intelectual, me hace pensar su exagerada concentración en la lectura pues, seguramente le absorba el noventa y cinco por ciento del tiempo del almuerzo. Una vez, no le quité ojo, desde que llegó, hasta que se marchó, y pude contar tres patatas fritas y una albóndiga, como cantidad exacta de comida concerniente a su menú. Este comportamiento, y sus aires de superioridad, (es dado a mirar muy sutilmente por encima del libro hacia el horizonte de la ignorancia del resto de comensales que no llevamos, ni chaqueta y corbata, ni libro de reciente edición), delatan a este señor como un verdadero payazo. Luego están "las chicas diez". Son cuarentonas de gimnasio al borde del abismo de la primera pata de gallo y las irremediables cartucheras que, en un intento desesperado por mantenerse eternamente jóvenes, se despachan un par de platos de kilo y medio de ensalada de pasta cada uno , eso si, disimuladamente regada con un potpourri de salsas tártaras, mahonesas y vinagres de Módena. Agua para beber, y de postre, una pera. Siento pena de ellas porque las veo sufrir. Hacen como que no les importa, como que van de chicas sanas y todo eso pero, lo cierto es que sus caras reflejan la amargura del sacrificio constante, cuando pasan de largo junto a la bandeja de los pasteles o la máquina de helados. Pero quizás, lo más divertido de todo, sea el ejercicio de adivinar qué personas acuden por primera vez a un restaurante de buffet libre. Aquí es cuando verdaderamente me troncho de la risa. A la entrada del local hay un cartel que dice: “All you can eat”. Este mensaje, que te invita a comer todo lo que puedas, ejerce sobre los primerizos una influencia tal, que te lleva a querer llenar la barriga como si nunca más fueses a comer. Reconozco que a mi me ocurrió lo mismo el primer día. Una vez que pagas en caja, una extraña sensación de que todo es gratis se apodera de ti y te incita a querer probar todos los platos. Por eso, es fácil distinguir a los que entran por primera vez, porque llenan sus bandejas con el doble de comida que el resto, algunos, incluso el triple. He visto a novatos del buffet libre comer espagueti con los dedos, y gente que se sirve dos cafés y un té al mismo tiempo. Mis observaciones me dicen que la gula se manifiesta por igual en personas de toda clase social. A este restaurante , acuden desde estudiantes hasta empresarios, y en todos los casos, siempre refiriéndome a la primera vez, el apetito desordenado es el denominador común entre ellos. Con un poco de suerte además, se pueden observar otras conductas más complejas, conformadas a partir de la mezcla de varias de ellas; de este modo pude ver, en una ocasión, como un señor de postín se guardaba un plátano en el bolsillo de la chaqueta con una mano, mientras con la otra hablaba por su flamante iPhone. Un clarísimo ejemplo de clepto-gula. Pero un restaurante de buffet libre, da incluso para más. Desde "el maniático" que limpia una y otra vez los cubiertos hasta que relucen y ordena sin cesar el taco de servilletas en la bandeja, hasta "el torpe" que derrama la coca cola en el libro del intelectual y te pisa cuando se levanta para recoger de debajo de su mesa uno de los tomates cherry que se le cayeron al señor gordo de los pelos rizados. "El que come al revés", empezando por la fruta y terminando por la sopa, o "el mal educado", que te pone sus platos sucios en tu mesa y se queda tan fresco. "El pintor"…, un bohemio que casi siempre aparece con un enorme cuadro de 1.20 x 1.20m y altera la paz del restaurante porque tenemos que levantarnos todos para que él pueda pasar, o "la de los pistachos", una con cara de estar chiflada que solo come pistachos y pan con mantequilla. Resumiendo, todo un circo..., mi circo de los viernes.
jueves, 22 de abril de 2010
Leonardo ya lo sabía
Las personas, a diferencia de los animales, seres estos infinitamente más inteligentes que nosotros, hacemos todo aquello que vemos hacer a los demás. Esto es debido a una ley muy primaria por la que se rige el ser humano desde sus orígenes, y que no distingue entre clases sociales. La ley del culo veo, culo quiero, viene a englobar en su desarrollo parámetros tales como la envidia o la falta de talento y/o personalidad. Con la sola aplicación de esta ley, es posible probar muchos de los repetidos comportamientos generalizados que, de forma cotidiana, podemos observar en cualquier parte, como por Ej., las modas. Que un chaval de doce años adopte, de la noche a la mañana, la costumbre de llevar un pantalón a medio caer, sin importarle enseñar los calzoncillos, o que muchas mujeres se den de guantazos en los mercadillos para conseguir el último bolso de imitación…de Dolce & Gabbana, son conductas culo veo, culo quiero. Sin embargo, aunque pueda resultar atractivo demostrar que, efectivamente, nuestras capacidades intelectuales o de raciocinio, inexistentes en los animales, no nos hacen superiores a ellos, no es ese el motivo de mis observaciones. Mi interés radica en otro tipo de acciones bien simples, (aunque no por ello dejan de ser fascinantes) que de forma automática el ser humano desempeña y que, aparentemente son más difíciles de explicar. Sea este el caso del consabido matrimonio que por los siglos de los siglos forme la oreja, cual fuera izquierda o derecha, de cualquier carpintero y su eterno lápiz; pensemos acerca de ello. Dudo que la colocación de dicha barra de grafito y madera, en la oreja, por parte de estos artesanos del embero y el sapeli, sea fruto de moda alguna. El origen de esta maravillosa maniobra hay que buscarla en la perfecta distribución mecánica de las articulaciones superiores que conforman nuestro cuerpo en relación al uso inconsciente que hacemos de ellas. (Las articulaciones). Si nos colocamos en la posición de trabajo del carpintero, bien sentados o bien de pie, y cogemos verticalmente un lápiz con la mano, podremos comprobar que, haciendo bascular el antebrazo sobre una bisagra imaginaria que sería el codo, y trazando una curva en dirección hacia nosotros mismos cuya cuerda correspondiera a la distancia entre los extremos de la hipotenusa de un triángulo rectángulo, siendo a la vez el codo el vertice del ángulo opuesto a la hipotenusa de dicho triángulo, el lápiz irá a parar justo a la parte superior de nuestra oreja, acoplándose entre ésta y un lateral de la cabeza de forma matemática y precisa. Es habitual, cuando pensamos, rascarnos en la sien, así pues, si un carpintero se lleva la mano a la sien para rascarse mientras piensa, a la vez que tiene el lápiz entre los dedos, enseguida se dará cuenta de que puede dejarlo en la oreja, para de este modo disponer de ambas manos libres. Apuesto a que el mismo Leonardo Da Vinci era conocedor de esta técnica y sabedor de las ventajas que le reportaba. Ahora bien, me asalta una duda: ¿cómo es que este hombre, inventor de casi todo…, no inventó el lápiz plano de carpintero cuyo diseño permite un mejor ajuste ergonómico lápiz-oreja-sien? O…es que acaso… ¿sí que lo inventó y nadie lo sabe?. Revisaré sus dibujos, tal vez haya pasado desapercibido para los investigadores.
martes, 20 de abril de 2010
La tontura del viajero
Otro extraño patrón de comportamiento colectivo que ha permanecido inalterable desde tiempos muy pretéritos, es el denominado tontura del viajero. Cuando viajamos, hacemos un montón de cosas raras, a cada cual más absurda. Para empezar, siempre hay una discusión por el número de asiento en el autobús o el tren. Procuramos sentarnos solos, nos molesta que alguien se siente a nuestro lado. Esta actitud es muy curiosa pues, es justamente opuesta a la que tenemos al salir de fiesta cuando, vamos de bar en bar buscando el que tenga más gente, el que esté más ambientado. Si el viaje es en tren, el cien por cien de los viajeros se levanta 15 minutos antes de llegar al destino y hace el último cuarto de hora del viaje en pie…¿? en el pasillo y con el equipaje entre las piernas, como si fueran a perder el turno para salir. Previamente, faltando 20 minutos para la estación, todo el mundo habrá llamado con el móvil para decir que ya está llegando, que le quedan 20 minutos. (Algunos llaman una segunda vez cuando faltan 5 minutos para decir que le quedan 5 minutos). En las estaciones de las grandes ciudades o en los aeropuertos, la gente se sienta en el suelo para comer o para navegar por Internet con el portátil…incluso los ejecutivos se sientan en el suelo y hablan por el móvil de negocios. Esta actitud me deja fascinado porque se ejecuta ¡habiendo asientos libres! Pero claro, es más chic sentarse en el suelo de una estación…aún en invierno, con lo frío que está. Pero lo que más me cuesta comprender sobre la tontura del viajero, es el hecho de que todo el mundo, al llegar a una ciudad nueva, se de la paliza de querer ver todos los museos y monumentos. (Nadie ve en la tele documentales sobre museos y monumentos). Al final, lo que a la gente le gusta de los viajes es ir a las tiendas y a los bares. Y, ¿Qué decir del tema foto? ¿Por qué todo el mundo se hace una foto delante de los monumentos? Es intrigante: el turista llega al monumento, dispara la foto, se da media vuelta y se va. ¿? Muchas veces, sin siquiera contemplar el monumento, vista o paisaje…durante un momento. Esta claro, las fotos solo son las pruebas para después demostrar y al mismo tiempo dar envidia a los amigos de que hemos estado en tal o cual sitio. -Mira, este “soy yo” en la torre Eifel, estos “somos nosotros” en el Vaticano. Algunos incluso demuestran por adelantado, cuando antes de que tú hagas un viaje te dicen: -no dejéis de ver la Fontana de Trevi y si tenéis tiempo llegaros a Florencia, se puede ver en una mañana, a nosotros nos encantó. Pensamiento avanzado: “La tontura del viajero, tanto si el viaje es de negocios como si es de placer, mantiene a la persona en un estado de imbecilidad sostenida, desde el mismo momento en que hace las maletas hasta su regreso”. Quien viaja, cambia temporalmente de estatus y se siente más importante. Esto hace por Ej., que en caso de retraso en el vuelo se manifieste una actitud de solicitud de atención exagerada:- es una vergüenza, llevamos 3 horas en el aeropuerto y nadie ha venido a decirnos nada. La propina en los hoteles al chico de las maletas es otro ejemplo claro de ese falso estatus de persona importante que el viajero adquiere por derecho. ¿Como si no se explica que la misma persona que regala 5 euros al botones, robe después las toallas o las pastillas de jabón de la habitación del hotel? Nunca dejo de sorprenderme.
jueves, 25 de marzo de 2010
Como la espuma
Pues ya lo veis, y que conste que no es mi estilo vanogloriarme de mis éxitos pero, estoy de moda...En solo diez días de vida, Filosofía de Vanguardia ha recibido elogios de lectores en España, Estados Unidos y Australia. Su popularidad crece como la espuma y está en boca de todos...Ahora, a mi pesar, tengo que guardar durante un tiempo la pluma que cuenta las ideas. Volveré...
martes, 23 de marzo de 2010
Road R.I.P.
El ramo de flores que se ve en la foto, lleva “operativo” varios años. (Alguien…lo renueva cada vez que se seca). Varios años reclamando la atención de paseantes, varios años distrayendo a los conductores y, varios años fastidiando porque, imagino que, lo mismo que a mí, a más de uno que pase a diario por ese lugar, le molestará sobremanera encontrarse con esa especie de santuario urbano que nos recuerda constantemente que en ese sitio, alguien murió de forma trágica. Una vez más, otro caso de conducta social repetitiva, tan incomprensible, como absurda. La práctica del Road R.I.P (así lo he dado en llamar) está tan extendida que son muchas las carreteras, tanto urbanas como peri-urbanas, que albergan en alguna de sus curvas o rotondas uno de estos santuarios. A ver, pensemos: ¿Por qué hay que poner flores, (y posteriormente reponerlas una y otra vez) en el lugar “exacto” donde alguien perdió la vida? Si sobre una base alquitranada, que en este caso sería la carretera, aplicamos al binomio muerte/lugar una equipolencia exponencial simplificada y la trasladamos al resto de maneras de morirse…querría esto decir que si, por Ej., yo me muero de un infarto en la silla de una cafetería, mi familia o amigos tendrían que llevar flores a esa cafetería y colocarlas en dicha silla periódicamente hasta la eternidad o, del mismo modo, deberíamos llevar flores de por vida a la habitación del hospital donde la gente fallece…Tendría que haber ramos de flores por todas partes… pero claro, ni en los hospitales está permitido, ni en las cafeterías está permitido…pero sí, en las carreteras donde, los que practican el Road R.I.P., lo hacen hasta el extremo de acabar sustituyendo las flores naturales por otras artificiales con el afán de convertir en perpetuo el recuerdo del accidente en cuestión. Yo entiendo, por Ej., que se arrojen flores al mar por un acantilado en honor a alguien que se ahogó, y cuyo cuerpo no se encontró jamás, pero, en un accidente de coche o moto, que yo sepa, la persona que muere, ni se la lleva el viento ni se la traga el asfalto sino que, es enterrada o incinerada en un lugar apropiado para el posterior ejercicio de culto o tributo.. Por todo esto, mi pensamiento avanzado resuelve que,: colocar flores en el lugar de un accidente, implica por parte de quien lo hace, el desajuste premeditado de sus estructuras racionales más básicas, con la única intención de obtener la compasión y atención que su mente necesita para fabricar el alimento emocional que mantiene viva su percepción masoquista del dolor. Estas personas, no pueden forzarnos a acudir al cementerio para hacernos partícipes de su sufrimiento, pero sí pueden, excusadas en la existencia de una tradición que no es tal, colocar “su cementerio” a nuestro paso.
domingo, 21 de marzo de 2010
Directamente proporcional
Una de las C.S.R. (conductas sociales repetitivas) mas absurdas que he analizado, es la que se produce cuando la gente está en presencia de un famoso. Hasta hace unos años, todo el mundo hacía una sola cosa en tal situación. Pedir al famoso un autógrafo. Hoy en día, se hacen dos cosas: primero echarle una foto con el móvil y después, pedirle el autógrafo. En ambos casos, se trata de llevarse de alguna manera una “prueba” de que han estado junto a…, cerca de…,o hablando con…tal o cual persona conocida, relevante o importante. Al mismo tiempo, las personas que se encuentran físicamente cerca de un famoso, manifiestan un estado de tontura superlativo que es directamente proporcional al nivel de popularidad del personaje en cuestión. Así, no será lo mismo la cara de idiota que muestra alguien que coincide en una firma de libros en Fnac con Boris Izaguirrre, que la cara de idiota que se le pone a esa misma persona si viera pasar muy cerca de el o ella a SSMM el Rey Juan Carlos I. Hay muchos/as que incluso, en el momento del encuentro con el famoso (después de hacerle la foto) telefonean de inmediato a sus amigos o familiares. –Oye, no te vas a creer a quien estoy viendo ahora mismo. Pero, ¿por qué sucede esto? Sin profundizar en otras valoraciones relacionadas al efecto, como los comportamientos en masa (fanatismo, idolatría), o la enorme influencia de la tele basura o prensa basura sobre la cultura de países como España, donde el número de tontos por famoso es mayor que en cualquier otro lugar del mundo, el pensamiento avanzado en relación al embrujo en sí que los famosos ejercen sobre las personas, me hace decantarme hacia una imperfección (adquirida gracias a una educación deficiente) en la autogestión de nuestra propia valoración personal.
viernes, 19 de marzo de 2010
Las sectas sociales: Facebook, Tuenti, Twiter.
Un día más, enciendo el PC, miro el correo y una extraña sensación de saber que ya sé lo que va a ocurrir me recorre el cuerpo. Desde Facebook, me llegan varias "sugerencias de amistad", y un montón de "invitaciones" para que me una a un grupo que se llama "Yo también le vi el cipote a Paquirrín en Fresa Ácida". Dejándome llevar por un mecanismo, sin lugar a dudas, gestado en mi cerebro de forma subconsciente por la falta de incentivos cognitivos y la negativa influencia subliminal de diversas acciones llevadas a cabo por terceros...que de forma lenta pero constante han ejercido su poderosa influencia sobre mi capacidad de decisión, y aún sabiéndome oveja descarriada en un rebaño de cibermanes y ciberwomens sin imaginación, ignorando la invitación, decido aceptar la sugerencia de amistad. De este modo, ya todos en Facebook saben que "Luis y Caty ahora son amigos". Menuda idiotez, porque Caty es mi hermana y la conozco desde hace 44 años. No tengo absolutamente ninguna duda en afirmar que Facebook, Tuenti o Twitter, no son sino sectas, que lavan el cerebro a todos a cuantos ingresan a lo que sus "lideres" en su día llamaron redes. En estas sectas, todo el mundo hace lo mismo, todos los días. Miles de personas por Ej., se jactan de haberle visto el cipote a Paquirrín en televisión y otras tantas de querer tener un hijo con Belén Esteban en otro grupo creado al efecto. Juegan a tontos juegos de identificarse con animales, películas o personajes de ficción y poco más. "Todos los días" hacen exactamente lo mismo. Facebook, Tuenti o Twitter, además de convertir a sus seguidores en autómatas sin recursos para aportar "algo" a la comunidad de Internet, fomentan el deterioro de la inteligencia y la vagancia. En las sectas sociales no se enseña nada, no se aporta nada. Quien participa, no hace nada distinto, en realidad, no se comparte nada excepto fotos familiares y citas de pensadores célebres. ¿Por qué todos escriben citas de pensadores célebres? ¿Es que no hay nada más que decir? ¿Ya está todo dicho, todo escrito? ¿Donde está el talento, la creatividad, el ingenio? Si al menos las citas fueran propias...Al igual que en ciertas religiones sectarias donde los fieles entregan un diezmo de su patrimonio a la comunidad, en las sectas sociales también (aunque nadie repare en ello) se hace algo parecido. ¿Cuánto tiempo se dedica a Fecebook, Tuenti o Twitter? Mucho, algunos/as lo tienen abierto todo el día o durante todo el tiempo de trabajo. El tiempo es dinero y se le da mucho, muchísimo de nuestro tiempo y, en consecuencia dinero, a las sectas sociales. Pensamiento avanzado: si no aprendemos a conocer y manejar el extraordinario poder de esta infinita ventana al conocimiento que es Internet y que todos tenemos en casa, mal camino llevamos, porque siempre estaremos intelectualmente gobernados por quienes sí lo aprenden y que, desgraciadamente se suelen aprovechar de ello.
miércoles, 17 de marzo de 2010
La filosofía de vanguardia y el pensamiento avanzado
La filosofía de vanguardia (para algunos, filosofía de alto rendimiento) nació como tal a raíz de mis observaciones sistemáticas acerca de la extraordinaria similitud en determinados comportamientos banales de la mayoría de las personas. Es decir, de la inquietud científica que me provoca el conocimiento de la tontura humana. Siendo así y para poder comprender a la perfección este amplísimo campo aún sin explorar, me vi en la necesidad de implementar la insuficiente potencialidad de la filosofía convencional con un elemento nuevo, moderno y altamente eficaz: el pensamiento avanzado. Esta versátil herramienta de reflexión, el p. avanzado, me acompaña en el día a día allá por donde voy y me ha servido entre otras cosas para formular respuestas de complejísima resolución tales como: ¿por qué en las procesiones de Semana Santa en Andalucía todo el mundo come pipas? u otras aún más fascinantes y difíciles como ¿por qué en los restaurantes chinos todo el mundo pide para comer rollo de primavera, arroz tres delicias y pollo al curri? La filosofía de vanguardia, edificada sobre los poderosos cimientos del pensamiento avanzado, me ha abierto todo un mundo de posibilidades al estudio más elevado de la increíble capacidad del ser humano para acometer actos recurrentes y/o en determinadas ocasiones absurdos, de semejante magnitud, que para beneficio de todos, merece ser compartida.
martes, 16 de marzo de 2010
El puente sobre el río Kwai
-Que tío más hartizo, ya podía silbar otra cosa, pensé. Era tan insistente el soniquete, que al final me tuve que dar la vuelta para mirar. Yo estaba apoyado en una barandilla del muelle de Olabeaga sumergido en el silencio de una tarde soleada de las que hay pocas por aquí, contemplado, disfrutando y "retratando" el reflejo en el agua de las casitas de colores de Zorrozaurre. ¡Coño, si es un loro! Un loro en un balcón, parecido al de la foto y que se había aprendido las ocho primeras notas de "El puente sobre el río Kwai". Perplejo y con la mayoría de los sensores de mi incredulidad activados me quedé durante un buen rato. -Hay que ver, como afina el cabrón. Traté de grabar su canto con el móvil pero, para mí que me vio las intenciones y se calló. (Y ya no volvió a silbar). Justo en ese momento, mientras un barco de esos que llevan de excursión a los turistas dibujaba pequeñas olas sobre la superficie acristalada de la ría, mi tarde cambió de rumbo. Por un lado, ya no podía quitarme de la cabeza la alegre melodía de la película y por otro, sendos pensamientos que de por sí formaban un ángulo bastante obtuso se apoderaron de mí. Sin entrar en senos ni cosenos ni tangentes de difícil comprensión..., la resolución asociada al asunto mencionado es esta: A:) Millones de personas en el mundo con sus capacidades intelectuales bien desarrolladas son incapaces de silbar o entonar sin desafinar las ocho primeras notas de El Puente sobre el río Kwai como lo hace el loro. B:) Millones de personas en el mundo que disfrutan de la libertad de poder estar en cualquier parte son menos felices que parece ser el loro, aún estando enjaulado. (Porque digo yo...que si silba es porque está contento) ¿? Pensamiento avanzado: ¿Es un loro más inteligente que muchas personas? ¿Si un loro es feliz viviendo en una jaula, significa eso que es más perfecto que el ser humano?. Si aplicáramos la tercera dimensión al análisis filosófico de las variables A y B, donde F es la felicidad del ser humano y K un constante sin determinar que se incrementa con la edad desde la infancia hasta la vejez, sería necesario trabajar muy en serio sobre la base de profundos cálculos binonocóicos de tercer orden, porque con un desarrollo matemático puro esto no se puede entender. Así que, dejémoslo así.
domingo, 14 de marzo de 2010
Mírese, a ver, ¿qué tal?
Como uno ya va peinando canas, resulta que un buen, o mejor dicho, mal día de Diciembre, así, como el que no quiere la cosa, de repente, me percato de que veo menos que una polla liá en un trapo, un gato yeso, Pepe leches, tres en un burro, llámalo como quieras. Vamos, que las letras se me arrejuntaban. -Hostias Pedrín, que putada, ¡que no veo joder!, me dije (me maldije…). Con el peso a cuestas de un trastorno emocional sin precedentes, tras leer durante horas sobre la presbicia de los cojones, con pies de plomo decido arrastrarme por la calle de la amargura hasta una tienda de gafas, o sea, una óptica. -Muy buenas. "-Sí, en un momento le atiendo". Haciendo uso de mi perjudicada visión periférica, en un par de pasadas me veo venir el asunto. -Quería ver gafas y ya si eso, me gradúo. "-Si, siéntese". ¿? Y ahora es cuando yo empiezo a sentirme mal, violento y con los güevos tocados. "-Dígame su nombre". ¿? "-Es para hacerle la ficha". ¿? Pensamiento avanzado: Si yo solo he entrado a mirar unas gafas… ¿Por qué motivo o razón me tengo que sentar? ¿Por qué tengo que dar mi nombre? ¿Por qué me hacen una ficha? Pero esto solo es el comienzo de la absurda situación en la que “por entrar a mirar unas gafas” te ves envuelto… La optometrista, diplomada en lentes de contacto y todo ese rollo, echa mano de un cajón y saca unas gafas que, sin dejármelas ver, me las acerca a la cara y me las coloca. Inmediatamente me acerca un espejo: "-mírese, a ver que tal, le quedan muy bien. Si, si, le favorecen". ¿? Pero vamos a ver. ¿Por qué narices esta señora me pone unas gafas que ni siquiera he visto, en mi cara y trata de decidir por mí lo que me sienta bien o mal? A lo que voy. La actitud, la forma, la técnica de esta señora no tendría mayor importancia de no ser porque es la misma actitud, forma y técnica que emplean en todas las ópticas habidas y por haber. Imaginad que pasaría si cada vez que vamos a comprar ropa nos sacaran pantalones de un armario mientras esperamos sentados con cara de tontos a que el dependiente elija los que mejor nos sientan…o si cada vez que vamos a la ferretería nos tienen que hacer una ficha… ¿Qué pasa con las ópticas? El agravante es que unas gafas es algo muy personal, incluso íntimo, un accesorio para la salud visual y que además es caro y para mucho tiempo. Me aterra entrar a las ópticas, me incomoda sobre manera que me saquen gafas de un cajón y decidan por mí. Si mientras yo me pruebo unas gafas alguien me mira yo me siento intimidado. ¿Por qué no hay probadores en las ópticas? Han pasado 3 meses desde el día que fui por primera vez a mirar gafas. Todavía no he podido elegir unas que me hagan sentir bien. (Porque no soy capaz de entrar a las ópticas y cuando decido entrar, en cuanto me hacen la ficha me cabreo y me voy) y aquí sigo, sin gafas. ¿Qué ocurre con las ópticas? ¿Por qué tienen esta extraña filosofía (la misma que hace décadas) de hacer una ficha a los que entran a buscar gafas? ¿Esto solo es así en España? ¿Tendré que irme al extranjero a elegir unas gafas con comodidad? Una vez más, me pierdo en otra espiral..., infinitesimalmente hablando, relativamente indefinida.
viernes, 12 de marzo de 2010
Atrapado en el metro
Jabi me ha animado a que suba al blog esta historia que me sucuedió el año pasado en el Metro de Bilbao...
Os voy a contar como viví los 20 minutos mas angustiosos de toda mi vida.
Ayer, como un día cualquiera volvía a casa en el metro. Me senté, como casi siempre, junto a una de las puertas y enseguida (soy un gran observador) me percaté de que el pulsador que abre y cierra cada una de las puertas era diferente. Tenía unas luces que parpadeaban y tal...miré al frente y vi unas pantallas informativas de tecnología SMT de 1 x 16 caracteres alfanuméricos que antes no estaban al tiempo que noté un tacto mas suave en el plástico de los asientos.-Claro, éste será uno de los nuevos trenes que han puesto para la línea de Santurce que inauguran en Julio, me dije. El resto del tren parecía idéntico a los de siempre. Calibré la precisión de mi agudeza auditiva al máximo para comparar el sonido que hacen las ruedas de acero en la curvas y llegué a la conclusión de que éstos nuevos trenes son un poco mas silenciosos, concretamente un 10%. Mientras iba pensando todo esto (la gente normal lee libros en el vagón), y en el olor a nuevo mezclado con el aire ionizado resultante del intercambio de electrones entre la catenaria y las moléculas de hidrógeno que encontrándose suspendidas son empujadas desde los andenes hacia el interior de los vagones a consecuencia del equilibrio de presiones, de repente, me asaltó una duda: -¿Será éste tren tan seguro como los demás? Por un lado, al ser mas moderno estará dotado de mejor tecnología pensé, pero...por otro lado, los otros, ya tienen mucho rodaje. Así, entre absurdos análisis técnicos y leyes de Murphy, en la estación de Bagatza, una señora gorda y su hijo pequeño suben al tren y se sientan a mi lado. Si hay algo que me de coraje es, que habiendo asientos libres en el tren, una señora gorda y su hijo pequeño se siente a mi lado...-Vaya, me tocó la china...refunfuñé. Era sudamericana, pero para el caso es lo mismo...Minuto 1, el desconcierto. Nada mas abandonar la estación, justo cuando el último vagón había entrado en el túnel, de repente, los motores del tren se dejan de escuchar. El ruido de fondo de los mecanismos desaparece misteriosamente tras un breve sonido de fallo de energía parecido al que se escucha en las películas cuando alguien corta el suministro eléctrico de una gran fábrica tirando hacia abajo de una enorme palanca de hierro. -Joder, que mal rollo. Me decía mientras tragaba saliva. -¡También es casualidad que llevo todo el rato pensando en la seguridad de éste tren y que ahora pase esto!. El tren apenas había alcanzado velocidad, sin embargo, la inercia y el peso de éste hicieron que hasta el momento de detenerse se adentrara en el túnel, según mis cálculos, unos 300 metros. Un silencio absoluto reinaba en el vagón. Eran sobre las 17.30 y afortunadamente no había mucha gente, todos estábamos sentados. En ese momento la luz del tren permanecía encendida pero con menos intensidad de lo normal.. Nadie hablaba, nadie se movió de su sitio. -Bueno Luis, tranquilo, está claro que ha sido un corte de corriente, lo arreglarán enseguida. Pero no...no pude estar tranquilo. En los dos minutos siguientes notaba como mi mente se hacía rápidamente independiente, no podía dominarla, todo lo contrario. Enseguida me di cuenta de que me encontraba en una situación nueva, que nunca antes había vivido y que no tenía la confianza suficiente de saber afrontarla. La ansiedad y la angustia eran inevitables. Lo primero que hice fue echarme la mano al bolsillo de la camisa. Suspiré al ver que llevaba tabaco. -Que tontería, en el metro no se puede fumar...aún así me dije: -bueno, como es una situación extraordinaria... De todos modos, no fumé; pero empezaron a venirme un montón de pensamientos negativos a la cabeza. Verme dentro de un tren parado en mitad de un túnel, con la impotencia de no poder salir, me hizo sentir una angustia para mi, sin precedentes. -Vale no será nada pero...¿y si ha sido un atentado? ¿Y se el fallo eléctrico provoca un incendio? ¿Y si viene otro tren por detrás y choca contra nosotros? Mirar por el cristal de la puerta y no ver nada mas que la mas absoluta oscuridad me producía una sensación de miedo atroz. -A ver Luis, veníamos en esta dirección, estamos a unos 300 metros de la estación, eso quiere decir que en el caso de salir del tren tendrías que ir hacia allí pues la siguiente estación estará a unos 1000 metros...Fueron unos momentos de angustia terribles. La idea de que pudiese haber fuego y humo me estaba aterrando. Me puse la mano en el cuello y noté que las pulsaciones las debía de tener a 200. Minuto 3, se rompe el silencio.
Los tres tonos previos al mensaje por megafonía invaden el ambiente al mismo tiempo que en décimas de segundo me crean si cabe mas incertidumbre sobre todo, porque en primer lugar dan el comunicado en euskera... -Joder, coño, que estarán diciendo. Por fin llega el mensaje en castellano. -Metro Bilbao informa. Debido a un problema aun sin determinar han sido activados los sistemas de emergencia y el tren permanecerá parado hasta nuevo aviso. O algo así... pero ese "aún sin determinar", me puso histérico. Minuto 4, los móviles. Lo que hasta ahora había sido silencio y calma, poco a poco, se va tornando en suspiros, gente que resopla, y llamadas de móvil. -Oye, que estamos atrapados en el metro y no podemos salir, no se cuando llegaré bla bla bla...-Ama (mamá), que me he quedado en el metro en Bagatza, dile a Leire bla bla bla...Mientras yo, tratando de controlar mis pensamientos...pero me era imposible. -Que hago, me pongo de pie, fumo, no fumo...canto una canción, pienso que es de noche y estoy dormido...Minuto 6, el enterao. -Como esto dure mucho me va a dar algo. Mientras se venían a mi mente imágenes de la película Pánico en el Túnel, empecé a sentirme realmente angustiado. Por motivos ajenos a esta historia, casualmente (nunca lo llevo) llevaba conmigo un blister de píldoras de Trankimazín. -Joder, esto es el destino...está claro, por qué sino ha tenido que pasar hoy que llevo esto en el bolsillo...las cosas pasan, por que no me habrá de tocar a mi...maldita sea...por qué no habré llegado 5 minutos mas tarde a la estación, por que no me parado a tomar un café...Pensaba en la gente que estaba "libre" en la calle, en los que estaban en sus casas, en los bares...en mi madre...estaba claro, estaba siendo víctima de verdadero ataque de pánico. Por megafonía, un nuevo aviso. Tras la misma incertidumbre anterior, el mensaje es exactamente el mismo. Un señor que se había puesto de pie va y nos dice... -Esto ha sido de los alternadores o el pantógrafo que no hace buen contacto. Yo me dije, -vaya, lo que me faltaba, el "enterao".
Nunca he entendido por qué en todos los sitios y en todos órdenes de la vida hay un enterao...No soporto a los "enteraos". Pero así, mientras deliberaba conmigo mismo acerca de intervenir o no en relación a la tontería que acababa de decir el enterao, llegué algo mas tranquilo al minuto 10. Minuto 10, el nervioso. Seguía pensando y pensando mil tonterías, intentaba animarme...-Venga Luis, tu eres inteligente, si a los 10 minutos no hay humo, entonces no hay peligro, ten paciencia, el metro de Bilbao es entre otras cosas el mas seguro de Europa así que no va a pasar nada...Pero luego, el miedo me volvía a traicionar...-Será verdad que es el mas seguro de Europa o será una Bilbainada...Por tercera vez, por megafonía, una vez mas, el mismo mensaje...-Estamos a la espera de solventar la avería bla bla bla...Un ruido mecánico se escucha. Parecía que el tren quería arrancar...pero no...Un tío flaco con cara de pocos amigos se coloca junto a una de las puertas y comienza a dar golpes en el cristal. Durante varios minutos daba toques rítmicos como en código Morse. Raya raya punto, raya punto y así una vez y otra y otra y otra...primero despacio y al final cada vez mas fuerte. -Como se siga poniendo nervioso acabará por darle patadas al cristal...y el resto de personas se pondrán nerviosas también...y esto será un caos...De nuevo, se escucha un intento de arranque del tren. Lo peor...estaba por ocurrir. ¡ El vagón se queda a oscuras!. -Joder, joder, joder, esto si que es chungo...En ese momento si que me vi perdido...fueron un par de minutos hasta que la luz del vagón se hizo de nuevo pero fue horrible. A estas alturas todo el mundo estaba nervioso, yo ya no sabía como ponerle, si de lado, si de pie, si sentado...me dolía el estomago de los nervios...no podía soportar esa sensación de saberme a oscuras en mitad de un túnel dentro de un tren.
-Que pasará con la ventilación, ¿habrá aire para todos? me decía...Minuto 15, la señora gorda de humor estúpido. Ya de nuevo con luz en el vagón, encontrándome con menos miedo pero igual de nervioso...el hijo de la señora gorda va y dice: -Mama, ¿cuando nos vamos para casa? -Nunca hijo, ya no nos vamos nunca. -¿Por qué, porque el tren se ha roto? -Claro hijo, porque el tren se ha roto.-¿Y entonces donde vamos a vivir ahora? -Pues aquí, en el tren. En fin, esta señora gorda no me puso más nervioso pero si que me tocó las narices...no entiendo este tipo de comportamiento. Afortunadamente, unos minutos después, el tren arrancó, pero antes, como no...El tremendista. Un tío hablando por el móvil...-Escucha fulanico...que resulta que estamos atrapados en el tren y están diciendo por la emisora del maquinista que nos tienen que desalojar, que tenemos que salir de uno en uno...bla bla bla....
Se lo estaba inventando, pues yo iba en el primer vagón mas ceca de la cabeza del tren que el, y no se podía escuchar nada...Minuto 20, por fin. Las luces del vagón, que al parecer estaban a mitad de potencia, se encienden a plena carga. Los motores se ponen en marcha...para mi fue un sonido celestial, respiré aliviado...y me dije: -Bueno, pues esta vez no es la mía... En la siguiente estación, Urbínaga, me "tiré" del tren en cuando se abrió la puerta. Aún faltaban 2 Km. para mi destino pero me dije... -paso de todo, me voy andando. Curiosamente fui el único que se apeó del tren, quizás fui el mas afectado...o el mas cobarde...pero me da igual, cuando salí a la estación (la única exterior del recorrido) me fumé 5 cigarros seguidos y disfrute de una sensación de libertad extraordinaria. Después supe que la avería había sido consecuencia de un fallo en una sub-central eléctrica ajena a Metro Bilbao y que mi tren arrancó gracias a un sistema de energía autónomo el cual, por medidas de seguridad no se había puesto en marcha hasta que las comprobaciones oportunas se habían realizado. Otros dos trenes, no se por qué, tuvieron que ser desalojados en otros túneles y la gente tuvo que ir andando hasta la estación. Sinceramente, no le deseo a nadie esta experiencia. La estación de Urbínaga, la única exterior, Dios mío que alivio...